Entre tonos de gris nos narra una historia menos conocida de la época de la 2ª Guerra Mundial, la deportación de pueblos bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) a la fría y desértica Siberia.
Por una parte la premisa es buena, ya que estos lamentables hechos no han sido narrados en tantas ocasiones como las vivencias de los campos de concentración de los judíos por los nazis. Es posible que otros lectores, como me ha pasado personalmente a mi, se hayan puesto a investigar por su cuenta este capítulo de la historia del siglo XX.
Pero por otro lado, la forma en la que está narrado por parte de la autora, con ese intento de provocar en todo momento la lágrima fácil... no me ha gustado nada. Sé que hace unos años hubo un terrible boom alrededor de esta novela, pero ahora después de leerla no entiendo porqué, no me parece nada del otro mundo.
La narración es pobre, no profundiza lo bastante en los personajes, ni en las descripciones y no cuenta nada de la época que a estas alturas nos pueda sorprender. Su única baza es que se centra una parte menos conocida, pero que se puede extrapolar a otras deplorables situaciones en campos de refugiados que se están viviendo en la actualidad.
A lo largo del texto se intercalan flashback de Lina, la protagonista. En un primer momento resultan interesantes, pero que al final el lector ata cabos antes que ella. Luego la autora nos trata como tontos y nos lo vuelve a explicar con los pensamientos de la chica, por si no nos había quedado suficientemente claro.
Debido a que se lee rápido se la recomendaría a gente que lee poco y quiere leer algo rápido situado en está época. Y también a jóvenes lectores para que conozcan este fragmento histórico.
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